Hoy me levante y recordé el sueño que tuve anoche. Usualmente siempre recuerdo parte del sueño, pero esta ocasión recuerdo casi completo todo, es sobre una familia China, con 3 hijos, poco usual para una familia China, la hija mayor y un par de cuates uno de cada sexo. Llegaban a Toronto y querían que los cuates entraran a estudiar algo pero no sabían a qué ciudad, como todos los chinos que he conocido, casi no hablan mucho ingles y lo quieren mejorar. Un hindú les dice que Quebec es la mejor opción, pero yo les empiezo a preguntar que cual es su interés en estudiar, al final me doy cuenta que el que tiene la última palabra es el papá, así que los dejo con el hindú y me pongo a platicar con la hija mayor, le pregunté sobre sus intereses y ella me dijo que las mujeres no estudiaban, que su hermana tenia suerte porque era cuate de un varón, y que ella solo podía soñar con estudiar, pero que su padre nunca le daría la oportunidad de estudiar. Al final mi sueño se convertía en otra historia, pero llamó mucho la atención haber soñado con una familia que no conozco. De ahí me hizo pensar en las mujeres que he conocido aquí en Toronto, y como es que la vida te cambia con las personas que conoces. En otro momento escribiré sobre las mujeres que llegan a los 30 esperando que sus vidas tomen la forma y la dirección que se supone debió de tomar antes de los 30.
“Te libero de mí, de mis males, de mi malgenio, de los domingos por la tarde en donde nunca puedo más, del odio a mis cumpleaños, de no saber cómo hacer para regalarte algo que no pierdas. Te libero de mi desengaño, de tu karma, de mis novedades, de la contradicción que represento. Te libero de mis llamadas que te saben a autocompasión, de mis enredos, de mi cabello suelto, largo, sin peinar. Te libero de mi consciencia, del desconcierto a fin de mes, de la caída, de la llegada, de mi huida inevitable. Te dejo libre para que me dejes, para que me veas de lejos y me quieras, menos.” — Mario Benedetti
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